(...) No soy nadie. No valgo nada. He rodado por medio mundo para esto; para ser y no estar, para estar y no ser.
He conseguido encandilar a muchos pobres, pero también por mí han quebrado muchos ricos. Me siento mal porque cuando los desvalidos tenían necesidad de mí, y yo no estaba, sufrían en sus bandullos los crujidos del hambre. Sin embargo, estoy contenta porque, aunque sin largueza, alguna vez di satisfacción a muchos menesterosos.
He sido la reina de muchas ferias. He presenciado mil tratos y puesto alegría en muchos alboroques, pero también he creado la discordia entre los hombres: por las apuestas, los duelos, las quimeras, el egoísmo... He vestido a reyes, príncipes, reinas y princesas, y por mí se han desnudado damas y galanes.
He ocupado el mejor sitio en trueques y contratos. Conmigo se han mercado voluntades y vendido derechos; se han creado deberes, enderezado lindes y hasta se han perdido y ganado algunas elecciones. Con mi abundancia muchos compraron casas, fincas, haciendas... y por mi escasez cicatera otros se quedaron sin techo, sin catre, sin jergón y hasta perdieron la dignidad. (...) He puesto música de orgullo en faltriqueras ingentes, y por un sí o un no he cubierto de vergüenza la existencia de muchos desahuciados.
Me han tirado con alegría y me han recogido con alborozo en las rebatiñas del mundo. Fui confusión entre clérigos y banqueros, entre la virtud y el vicio: caridad para indigentes y salvación de colectas y limosneros; alimento de avaricia y perdición en el juego y en mostradores de tabernas.
(...) Como dinero, sólo he sido materia; como Peseta, una rubia sin melena, pero con alma. Así es mi cara. Así es mi cruz. ¡Qué cruz¡
(Fragmento de DIARIO DE UNA RUBIA)