miércoles, 27 de mayo de 2015

EL YO DIGITAL DE ELÍAS QUIMEY Y OTRAS HISTORIAS INVEROSÍMILES.

El nuevo libro de Santiago Solano Grande, presentado en Madrid el día 21 de mayo, en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Un trabajo excepcional que sumará valor a la dilatada obra del autor y a  su identidad personal como escritor.
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Estas fueron mis palabras de presentación, sencillas y tal vez poco brillantes, pero sentidas y llenas de emoción:
  
"Expreso mi gratitud más sincera a Santiago Solano Grande por incluirme entre los elegidos para presentar su libro, El yo digital de Elías Quimey y otras historias inverosímiles. Es una fiesta compartir tribuna en la AEAE con Antonio Castillo, reconocido autor de novela histórica, y con  Emilio Porta, escritor, pensador, humanista y director de la colección Netwriters, que incluye este nuevo volumen.
         Dicho esto,  quiero advertir que no  voy a hablar de la novela anunciada. Los presentadores hablamos demasiado de los libros para demostrar que hemos hecho los deberes, y lo que hacemos, con tanto decir, es desvelar detalles de la intriga, restando así interés en los círculos de venta.
         ¿De qué hablar entonces? ¿De Santiago Solano? De él recibo la calidez de su amistad, su ayuda siempre que la necesito y ese gozo que me regala cada vez que me honra con una charla o leo con sosiego sus textos. Además, todos sabemos que fundó Escritores en Red, Asociación de la que actualmente es Presidente, Director de Red y, por si fuera poco, Secretario General. Gracias a sus desvelos, impagables, nuestros trabajos llegan a los cinco continentes y son leídos por más destinatarios de los que podíamos imaginar. Nadie auguraba esto cuando, hace unos años, ocho amiguetes nos solazábamos a la sombra del Marqués de Bradomín.  
         No diré más de nuestro autor. Nada de su tensión arterial ni de los índices de glucosa y colesterol, tampoco voy a enumerar las pastillas que toma ni los chocolates que comparte con su amigo Elías Quimey. Que lo cuente él luego, si quiere.
Si no hablo del libro ni de él, ¿qué hago? Dicen en mi pueblo: “Quien hace un cesto hace ciento”. Pero eso no es fácil, si son tan originales, como las creaciones de Santiago. Cogiendo ese refrán por las mimbres, me centraré en algunos signos determinantes de su obra: resultado final que le distingue, igual que los cestos identifican al cestero con las huellas impresas en sus formas.  
Antes, mientras y después, la labor de Santiago está marcada por una apuesta firme, contundente: llevar la Literatura hasta el lector a través de Internet. Él considera que la “escritura en un espacio electrónico es un nuevo género”. Ese convencimiento suyo nos autoriza a definirle como un vanguardista de la Literatura del siglo XXI.
Al margen de eso, Santiago Solano es un escritor al que solo le interesa escribir, sin olvidarse nunca de los lectores. Inmerso en ese acto único de producir desde la nada, es consciente de su estado emocional como autor, y recapacita sobre la influencia de sus sentimientos en el aspecto final de la idea concebida, que en manos del lector se convertirá en una aleación de ficciones compartidas. Con esa interacción, dogmatiza que “todo es susceptible de ser Literatura”.   
Nos ilustra sobre certezas que él defiende como si fueran teoremas demostrables. De forma coloquial, pero categórico, aduce que su obra es el compendio de una línea de experimentación en lo formal y consecuencia sustancial de lo percibido, que no es más —ni nada menos— que la recepción de los pensamientos de cuantos le precedieron y de quienes le acompañan en el reto literario.
Con esa premisa, su objetivo no es vender millones de ejemplares, sino atrapar a lectores que participen en la complicidad de la propuesta estética que plantea. Aparte de esa búsqueda, afirma que “sus contenidos son reelaboraciones de las lecturas de sus propias experiencias”.
Nadie puede escribir de lo que no conoce. A poco que hablemos  con Santiago, pronto descubriremos que tiene mucho conocimiento literario; y leyéndole, veremos que su obra está impregnada de la emoción que inunda su pálpito. Así, con un corazón que late con fuerza y un estilo fácilmente identificable, apasiona a los lectores.
Como veis, no es necesario desentrañar argumentos para saber de su autor. Pero sí nos instruye haber leído antes sus libros. Acerca de Santiago nos han documentado Destino final, Lienzo del pasado, Flor de acebos y otros cuentos, Muleta y viento, Olía a traición y soledad, La sombra de la casa, Tratado de belleza moribunda, El autobús 538… Después  nos dedicaremos al que hoy nos convoca, El yo digital de Elías Quimey y otras historias inverosímiles, que seguirá sumando valor a su obra y al ser escritor de Santiago Solano.
En los textos de Santiago Solano Grande se aprecia un fondo con sabor poético, pero dice que “habría que escrutar con mucho cuidado si esa prosa poética cumple con los preceptos que críticos y profesores marcan para que tal circunstancia se dé”. Pero a él no le importa mucho lo que digan los comentaristas, pues sostiene que “siempre dice lo que quiere, como lo quiere decir”. Para ello se vale de dos cómplices únicos que le acompañan en el camino solitario, fascinante, de la función creativa. Uno es el Doctor Sí; el otro, el Doctor No. El primero le sirve la inspiración, proporcionándole apuntes ficticios o reales, capaces de conmover. El segundo, el Doctor No, es quien pone música y color en el punto de vista final: usa las tijeras, corrige la Gramática, observa la Filosofía, cuida el instinto psicológico de los intervinientes y vigila la coherencia en el croquis estructural de la trama. Con eso, y un tiempo de maceración a la sombra del silencio, sus trabajos como El yo digital de Elías Quimey y otras historias inverosímiles, se visten de ceremonia para danzar en el mundo lector y apasionar a cualquier pretendiente.
Lo dicho es solo una muestra, mínima, del escritor Santiago Solano Grande y de su obra.
Muchas gracias por venir, y gracias también porque sé que todos vais a comprar el libro. GRACIAS. ¡MUCHAS GRACIAS!".

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